Por siempre Alán Gómez

 

alan gomezQuerido amigo, escucha con detenimiento al “indio Alán” porque, a no dudarlo, enriquecerás tu espíritu.

Washington Benavidez

En las últimas horas dejó de existir el cantautor artíguense Alan Gómez.

Creador e intérprete nativista  nació en la campaña artiguense. Su infancia se desarrolló en el pueblo Yacaré .

Desde joven trabajó rudamente en la tierra. Para comprar su primera guitarra deschaló una cuadra de plantación de maíz. La compró en Quaraí por siete pesos.

Aprendió a tocarla con Pichón Roma, un placero artiguense y guitarrero, muy conocido en ese ámbito por el uso de la bordona.

Así empezó a cantar los temas de su tierra norteña: la sacrificada lavandera del Cuareim, en Mi mama, la pala y el río, Resguardo Nº1, el gurí contrabandista, el vendedor ambulante, el peón, las cosas del Cuareim.

Trabajó en el trapecio en el Circo Pensado, fue vendedor de revistas y soldado durante dos años.

Así pudo llegar a Montevideo. Estudió con Miguel Aguilar y debutó en la radio El Espectador, oportunidad en la que le fue obsequiada una guitarra.

Con ella y su canto recorrió el país y llegó a Buenos Aires, donde trabajó como fotógrafo. Luego viajó por distintas provincias.

Alán Gómez integró junto con Osiris Rodríguez Castillo, Ruben Lena y Anselmo Grau, entre otros, el grupo de pioneros del llamado canto popular uruguayo.

Ha creado a su vez la denominada “canción terruñera”, donde hay influencia de la música riograndense, entrerriana y sureña (el estilo, la milonga, la vidalita, la huella, el cielito…)

Alán Gómez le puso música y grabó por primera vez el difundido poema del riverense Agustín R. Bissio “Caminito de tierras coloradas”, que integró el repertorio de “Los Olimareños”.

Con esa excepción y alguna otra, todo lo que canta pertenece a su creación poética.

En el año 2008 se lanzó un CD con 23 canciones interpretadas por su voz y su guitarra. Se titula Alán Gomez – Cantor de caminos.

A seguir transcribimos dos presentaciones para ese trabajo que realizan dos grandes de nuestro país: Washington Benavides y Numa Moraes.

Un 18 de octubre de 1961, un joven profesor de literatura y “aprendiz de ruiseñor” en el liceo departamental de Tacuarembó, presentó un folklorista artiguense, llamado Alán Gómez. Quien escribe esta presentación, había escuchado en algunas radios del litoral unas “canciones terruñeras” y una serie de “resguardos”, canciones de raíz folklórica pero que no imitaban a nada de lo que se ofrecía como “folklore” en Argentina y en Uruguay. Su autor era un desconocido Alán Gomez.

Decir que se fijaron en mi memoria auditiva es decir la verdad. Pues, y allí estaba en la sala de la Biblioteca liceal, con su rostro de aguzados perfiles, vestido de negro el folklorista visitante.

Para el auditorio fue un agradable descubrimiento, cuando en nuestro país en su área folclórica solamente eran conocidos Osiris Rodríguez Castillos, Amalia de la Vega y el dúo de los hermanos Gamarra.

Todavía no se había revelado el fenómeno Zitarrosa y toda la serie de músicos de la primera generación del canto popular.

El “toque” guitarrístico de Alán era como su rúbrica, las bordonas conmovían el ambiente y la voz de quien luego Zitarroza denominara “el indio Alán”, tenía un metal uruguayo, un grito fronterizo pero totalmente personal.

“La canción nuestra”, valeroso emprendimiento liderado por Numa Moraes y el Colorado Grisutti, edita este excelente material de Alán.

Podemos así recorrer las distintas temáticas de nuestro artista desde las famosas “Caminitos de tierras coloradas” con letra del poeta riverense Agustín R. Bicio, o la canción terruñera “Mi mama, la pala y el río” y una variedad soberbia de milongas, chamarritas, valses, rancheras o simplemente “canciones” donde Alán nos ofrece variada temática que va de lo nativista – “Desagradecido” – a recreaciones del paisaje del norte de su pago chico y de su pago de adopción.

El toque, la voz y sus giros son inconfundibles. Quien lo oyó alguna vez difícilmente olvidará la “marca de fábrica” del artiguense. Subrayar que esta grabación era un  notorio “debe” de nuestra discografía, asombrarse de que hubiesen pasado décadas para conocer a Alán, son esas cosas irrazonables, son esos olvidos increíbles o “ninguneos” que en el área artística suceden.

Washington Benavides

Es para nosotros una inmensa alegría editar este puñado de canciones del artiguense Alán Gómez. Siempre he manifestado que él fue, aunque no lo supiera, uno de los principales maestros – fundamental, diría – en mi futura manera de relacionarme con el canto.

Nunca olvidé la impresión que me causaba cuando siendo yo un niño, él iba a cantar a la escuelita Nº7 “José Artigas”. Para mí era una fiesta y en cuanto me entreveré con la guitarra fueron algunas de sus canciones las que primero canté….  Su sonido único como de amatista, me marcó y en más de una oportunidad, sobre todo cuando interpreto canciones fronterizas me descubro haciéndolo a la manera de Alán, y esto me alegra y me hace pensar cuán importante es acercar nuestro canto a las escuelas…. El no precisaba micrófonos para cantarnos en el salón de actos,  y más de una vez en los crudos inviernos se ponía dos pantalones para aguantar el frío. Por supuesto que iba gratis…. como hoy lo seguimos haciendo, por principio, al ir a cantar a una escuela pública.

Una situación mágica me sucedió hace unos años cuando al ser invitado a la Escuela Nª 7, de pronto me encontraba en el mismo lugar donde alguna vez estuvo Alán cantándole a los niños, como ahora, sentados en el piso y entre los que había estado yo. El, a su vez, desde otro punta sacaba fotos……

Gracias Alán por este canto auténtico, por este sonido duro y brillante de amatista, por ese cantar al indio ya que fuiste el primero que lo hizo sin menosprecio y vergüenza…. y disculpas por lo que me pueda caber en la situación injusta de olvido a que tu canto fue sometido durante este tiempo.